Nunca sé el ¿por qué?, pero siempre que me propongo poder describir todo lo que siento en estos momentos tiendo a bloquearme. Puede ser, o tal vez no, que el miedo se interponga en mi camino, así como lo hizo hace más de un año. Miedo a reconocerme débil ante ti, miedo a decir que desde que te vi y me besaste tuviste mi mundo a tus pies.
Es más difícil de lo que pensaba escribir o describir todo lo que pasa por mi cabeza y corazón. Sólo puedo decir que tu piel morena, a color de tierra fértil, es el mejor abono de mis sueños futuros, que en tu vientre quiero hechar mis raíces y en tus pechos acoger mi almohada, tu cabeza de ideas locas serán la acrópolis de mis alabanzas, tu sonrisa la estrella de Belén que busque toda la vida y tu cadera la fuente del mana que me mantendrá joven.
En mis ratos de soledad puedo sentir mucho más que esto, cuando creo que me faltas, cuando pienso que me muero.
Puede ser que esto no duré, como nosotros queremos, para siempre, pues lo eterno es demasiado para un simple mortal, pero en ese caso las huellas en mi cuerpo si me acompañaran toda mi vida. Eres tu la que me enseñaste a preocuparme y a dormir acompañado, a saber que el amor es algo más que una frase cliché de las teleseries y que una persona puede ser muchas sin cambiar la esencia.
Por hoy sólo queda la certeza de prender velas para que cada noche vuelvas a mis sueños y me acurruques en tu pecho de mujer y de madre.
Es más difícil de lo que pensaba escribir o describir todo lo que pasa por mi cabeza y corazón. Sólo puedo decir que tu piel morena, a color de tierra fértil, es el mejor abono de mis sueños futuros, que en tu vientre quiero hechar mis raíces y en tus pechos acoger mi almohada, tu cabeza de ideas locas serán la acrópolis de mis alabanzas, tu sonrisa la estrella de Belén que busque toda la vida y tu cadera la fuente del mana que me mantendrá joven.
En mis ratos de soledad puedo sentir mucho más que esto, cuando creo que me faltas, cuando pienso que me muero.
Puede ser que esto no duré, como nosotros queremos, para siempre, pues lo eterno es demasiado para un simple mortal, pero en ese caso las huellas en mi cuerpo si me acompañaran toda mi vida. Eres tu la que me enseñaste a preocuparme y a dormir acompañado, a saber que el amor es algo más que una frase cliché de las teleseries y que una persona puede ser muchas sin cambiar la esencia.
Por hoy sólo queda la certeza de prender velas para que cada noche vuelvas a mis sueños y me acurruques en tu pecho de mujer y de madre.