sábado, 29 de septiembre de 2007

Eduardo




En este momento cuesta mucho poder expresar todo aquello que alberga mi corazón, y también el sentimiento que nos embarga como una comunidad. A veces vamos rápido, tan rápido que no somos capaces de leer los ojos de quienes rodean, de quienes muchas veces nos piden a gritos un abrazo desesperado, de quienes creemos que sus problemas son menos importantes que los nuestros. Tal vez por naturaleza el ser humano es egoísta, y la sociedad parte de una necesidad de potenciar sus intereses, tal cual lo hacen los estados, no como el afán de conocernos y aceptarnos, muchas veces somos tan funcionales. Recuerdo anoche cuando quise conversar con alguien y me dijo, ¿pero por qué te afecta tanto si era sólo un conocido?, en ese momento no deseé responderle, pero la verdad es que si me afecta, era un joven como yo que tenía sueños y muchas esperanzas, que tal vez sin notarlo muchas veces nos dio alguna palabra que nos sirvió, porque pude ser yo y el no haberlo hecho, porque estábamos en un momento tan lejano unos con otros que tenía que ser necesario algo tan remecedor como esto para darnos cuenta de que somos hermanos, y sólo porque simplemente era una vida, una creación de Dios que se dejo escapar, nos quiso dejar algo o gritarnos de manera desesperada que somos hermanos y pese a todas las dificultades los hermanos se aceptan como vienen y se cuidan.


Pude haberlo hecho yo, tal vez tenía muchas más ganas yo, a lo mejor lo merecía mucho más yo, pero sólo Dios sabe porque las cosas son así. Nunca entenderemos exactamente que pasó por tu cabeza y corazón, nunca lo prevemos hasta que vemos que todo ya ha pasado. Poco sacamos con culparnos ahora, lo único que nos queda es orar por ti hermano para que Dios misericordioso te tenga a su lado, y además aprender de lo que nos gritaste de una manera muy fuerte. Tenemos diferencias porque somos individuos, cometemos errores porque somos humanos, pero podemos perdonar y convivir porque somos hermanos tanto en la fe, como en el mundo que compartimos.


No es un adiós, si no un hasta luego y nos vemos pronto.


Para ti Eduardo con quien compartimos parte de nuestro peregrinar en el mundo y en nuestro proceso de evangelización, que Dios te guarde.

1 comentario:

Paula dijo...

Cómo te comprendo Leyton. El año pasado me pasó varias veces eso. Murieron tres "conocidos" (entre ellos Dani) que eran de mi misma edad. Y lloré amargamente las tres muertes. Cuando un jóven como uno muere es como si se muriera una parte del futuro del mundo, como si las vías de nuestro costado se cortaran repentinamente, pudiendo haber sido nuestras propias vías.

Por eso a veces me siento frustrada observando cómo en la U la gente se empeña en disfrutar su propia vida y no es capaz de otorgar una mísera sonrisa al que está al lado. Cómo si la vida y la felicidad dependieran de asegurarse la mayor cantidad de beneficios, cuando realmente nadie sabe en qué ínfimo segundo la vida se te irá.

Un abrazo.